viernes, 17 de noviembre de 2017

4.4 IDEAS FUNDAMENTALES DE LA ILUSTRACIÓN. EL DESPOTISMO ILUSTRADO: CARLOS III

DESPOTISMO ILUSTRADO Y REFORMISMO BAJO CARLOS III (1759-1788).
Carlos III, hijo de Isabel de Farnesio y de Felipe V, fue rey de Nápoles durante 25 años, donde se hizo con buena fama por las reformas que aplicó y su honestidad. Al llegar al trono de España tenía 53 años, era sano de espíritu y de cuerpo, con una vida personal ejemplar y piadosa, aunque le gustaba más la caza que gobernar. Carlos III falleció en diciembre de 1788.
Su ideal de gobierno era el absolutismo puro: no depender de nadie; seguía su propio criterio y no se dejó dominar por los ministros. Sus objetivos eran hacer de España una gran potencia a través de la reforma del Estado, la defensa del imperio y el control de los recursos coloniales.
Al comienzo del reinado conservó a los ministros de Fernando VI, pero luego nombró a su equipo:
  • Esquilache: ministro de Hacienda y Guerra hasta 1766.
  • Grimaldi: ministro de Estado hasta 1777.
  • Campomanes: ministro de Hacienda desde 1767.
  • Floridablanca (José Moñino): ministro de Estado desde 1777, servidor ideal del absolutismo.
  • Aranda: Presidente del Consejo de Castilla desde 1766 hasta 1773.
Los puestos claves hasta 1766 estuvieron en manos de italianos: Hacienda, Guerra y Estado, sin que Carlos III advirtiera el riesgo político que corría al concentrar el poder en manos de extranjeros. Esquilache fue vulnerable por el aumento de impuestos tras la guerra de 1762 y el que salió peor parado en la crisis de 1766 por ser extranjero. Esa crisis fue un revulsivo para Carlos III que sustituyó a los italianos por españoles para dar mayor identidad española al gobierno.
Los motines de 1766 reflejaban el malestar por la difícil situación económica y social, y desembocaron en una campaña contra Esquilache tras el decreto del 20 de marzo de 1766, en el que se obligaba a recortar capas y sombreros. Pero lo que produjo la explosión general fue la subida del precio de los alimentos, sobre todo el pan, debido a las malas cosechas, que provocaron graves problemas de abastecimiento por falta de grano. La liberalización del comercio de 1765 y la abolición de la tasa del grano, ambas realizadas por Esquilache, agravaron la situación.
El motín estalló en Madrid, siendo saqueadas las casas de Esquilache y Grimaldi; Carlos III huyó a Aranjuez, y desde allí cedió a los sublevados, anulando el decreto de capa y sombrero, y rebajando los precios de las subsistencias, además de destituir a Esquilache. Motines similares se produjeron en el País Vasco, ambas Castillas, Murcia, Aragón, Extremadura y Andalucía.
A pesar de la reacción inicial, posteriormente se reaccionó con firmeza: Aranda fue nombrado presidente del Consejo de Castilla con la tarea de restaurar el orden, encontrar a los responsables de los desórdenes.
Los principales políticos del momento, Campomanes, Floridablanca y Aranda, no procedían de la aristocracia ni de la burguesía, sino que eran abogados preparados en la Universidad y pertenecían al sector inferior de la nobleza. Eran partidarios de la monarquía absoluta y con mentes abiertas al conocimiento de todo lo moderno.
En las relaciones con la Iglesia el objetivo principal era lograr su subordinación al Estado. Como precedente estaba el hecho de que Carlos III hubiera heredado una posición dominante sobre la Iglesia legalizada por el Concordato de 1753. El clero era muy numeroso y, económicamente, muy poderoso. Además contaban con inmunidad judicial, que Carlos III intentaría recortar por decreto.
Carlos III tenía prejuicios contra los jesuitas por diversos motivos, entre los que podemos mencionar su voto de obediencia al Papa, su riqueza, sus sospechas de deslealtad en las colonias, etc. Además estaban enfrentados con otras órdenes (agustinos y dominicos) Tras una serie de acusaciones contra los jesuitas, se formó una comisión de investigación, con vistas a su expulsión, presidida por Aranda y organizada por Campomanes. Después de varios meses de investigación se presentó un informe al Rey y al Consejo, que fue aceptado. Los jesuitas fueron considerados culpables de provocar el motín de 1766 y por un Decreto real de febrero de 1767, se proclamó su expulsión de España y sus dominios. El gobierno español, que deseaba también la supresión total de la orden, presionó al papa, consiguiéndolo finalmente de Clemente XIV en julio de 1773. Sus doctrinas fueron prohibidas y sus propiedades confiscadas. El primer golpe fue a los colegios mayores, a los que se les retiraron privilegios, como los mejores puestos en la administración.
En cuanto a la Inquisición, gracias a la subordinación de la Iglesia al Estado, se le aplicaron restricciones. Si en principio era un instrumento real, en realidad estaba comprometida por su antigua asociación con los jesuitas. Se recortaron sus facultades frente a la censura de libros y se dieron instrucciones a los inquisidores para que se limitaran a cuestiones de fe y de moral.


REFORMISMO DE CARLOS III, FACETAS ECONÓMICAS, SOCIALES Y POBLACIONISTAS.
En la economía fue donde se concentró de manera relevante la función reformadora de Carlos III. Prevaleció la idea de liberalización de la economía quedando al libre desenvolvimiento de las leyes de mercado, aplicándose a ella también las técnicas y avances científicos del momento. Tuvieron gran influencia las ideas fisiocráticas sobre la mejora de la producción agrícola, creación frente al mercantilismo que favorece al productor y al arrendatario de la tierra en contra del propietario.
      1. Política agraria de Carlos III.
En la España rural la mayor parte de la tierra productiva estaba en manos de dos grupos privilegiados: clero y nobleza, sometido a un rígido sistema de mayorazgo y manos muertas y trabajada por campesinos que eran arrendatarios o por trabajadores sin tierra, jornaleros sobre todo en Andalucía.
La situación de partida de la agricultura en España se caracterizaba por el dominio de las tesis mercantilistas en el marco de la política económica, y el enorme poder que aún mantenía la Mesta, lo que favorecía a la ganadería en detrimento de la agricultura. Esta situación cambió con Carlos III.
En 1786 se suprimió el derecho de posesión de pastos y se permitió a los labradores su uso. El auténtico enemigo de la Mesta era la tendencia económica dominante en la que los precios de la lana eran inferiores a los de los cereales en el mercado internacional, al tiempo que el incremento de los costes de producción en la industria lanera superaba a los precios de la lana. Esto inclinó la balanza a favor de los intereses agrarios, siendo los legisladores conscientes de que el acceso a la tierra era la base de la reforma agraria. En la práctica, la ley agraria fue un objetivo a largo o medio plazo. Dos reformistas se centraron en las condiciones de la agricultura: Pedro Rodríguez de Campomanes y Gaspar Melchor de Jovellanos.
Entre las medidas tomadas con relación a la Reforma Agraria, podemos mencionar las siguientes:
  • En 1763 el gobierno ordenó la suspensión de los desahucios en contratos a corto plazo para transformarlos en contratos de larga duración (como la enfiteusis en Cataluña, y los foros gallegos y asturianos).
  • En 1766 el Consejo de Castilla ordenó la distribución de tierras concejiles a los campesinos más necesitados (pequeños propietarios y jornaleros) a cambio de rentas fijas de escasa cuantía en Badajoz, Andalucía y La Mancha.
  • En 1767 se puso en marcha el proyecto elaborado por Campomanes para la creación de colonias en Sierra Morena, supervisado por Pablo de Olavide, que permitió el establecimiento de inmigrantes católicos alemanes y flamencos, y posteriormente de españoles, en tierras infestadas hasta entonces por bandoleros. A cada colono se le dio 50 fanegas de tierra en arriendo y a partir del décimo año tendría que pagar renta al Estado. En 1775 el experimento era un éxito: la población contaba con buenas carreteras, casas de piedra, tierra productiva y abundantes cosechas de cereales. El inconveniente fue la falta de integración en la economía española. No pasó de ser un experimento social, una demostración de que el programa de los ilustrados tenía soluciones.
Al hacer balance de la reforma agraria, habría que reflejar su fracaso: no fue posible elevar el nivel de vida de los campesinos, lo que tuvo consecuencias no sólo en la agricultura sino también en la industria.
Sin embargo,  la libertad de comercio sobrevivió. Las calamidades se presentaban con regularidad, incrementándose los precios de los cereales extraordinariamente, debido a las sequías y malas cosechas que, a su vez, provocaban hambre, enfermedades y miseria en la España rural, escasez de alimentos en Madrid y Barcelona. A pesar de todo ello, se mantuvo el libre comercio hasta 1804, cuando se volvió al sistema de tasas, ya que este libre mercado beneficiaba a los terratenientes nobles y eclesiásticos, haciéndolos más poderosos.

      1. Industria y comercio.
        1. Industria.
La industria fascinaba a los reformadores españoles, aunque tras el motín de 1766 en Madrid, se prefería la dispersión antes que la concentración de trabajadores urbanos.
Entre las medidas tomadas con relación a la industria, destacaron la asignación de fondos para experimentos con nueva maquinaria, la creación escuelas de artes y oficios para mejorar la educación técnica, la creación de Sociedades económicas, consulados y academias reales impartían cursos, la reforma universitaria para crear cátedras de matemáticas, agricultura, economía política, entre otras.
El Factory System se adoptó a partir de Felipe V en el sector privado y público, y se le dio un nuevo impulso con Carlos III en ramas industriales como las siguientes:
  • Construcción naval, por razones de defensa.
  • Manufactura de armas.
  • Industria del tabaco, con la Factoría Real de tabaco de Sevilla, que tenía beneficios.
  • Ampliación de la Fábrica de Tejidos en Guadalajara en 1777.
  • Ampliación de la Manufactura Real de sedas en Talavera de la Reina.
Sin embargo, las Manufacturas Reales presentaban problemas como la necesidad de concentraciones muy complejas que absorbían mucho dinero, la mala administración, la debilidad del mercado interior y los transportes precarios. Además, actuaron como disuasorias de empresa privada al gozar de privilegios, con lo que la competencia era desleal.
A pesar de lo anterior, hubo iniciativas privadas "modernas" en Cataluña en la industria del algodón con introducción de máquinas de hilar inglesas en 1780 y primeros experimentos en máquinas de vapor. Fue la excepción del resto de la industria textil, sometida a organizaciones gremiales.
A pesar de la incipiente industria catalana, a nivel nacional no se llegó a modernizar la industria debido a la inferioridad tecnológica, la escasez de capitales, la política ineficaz, las deficiencias en los medios de transporte. Otro factor importantísimo fue el fracaso de la reforma agraria, que impidió la modernización de la agricultura, ya que no generó capital ni elevó el nivel de vida de la población, por lo que no había dinero suficiente para consumir productos ni para invertir en la industria.
        1. Comunicaciones.
Al hacerse cargo del trono, Carlos III se encontró con un transporte lento, irregular, inseguro y caro. El procedimiento habitual para viajes personales era la mula, las posadas eran malas y sucias, con las camas en el suelo. Todo ello repercutía en la debilidad del comercio interior. Para paliarlo, se tomaron medias como el Decreto de junio de 1761 por el que Esquilache emprendió la reforma de las vías y calzadas, construyendo carreteras radiales que convergían en Madrid (desde Andalucía, Cataluña, Galicia, Valencia), financiadas gracias a los beneficio del monopolio de la sal. En 1778 se produjo un nuevo impulso cuando Floridablanca fue nombrado superintendente de caminos y posadas. En diez años se construyeron 1.300 km de carreteras y una nueva red de "Posadas del Rey".
        1. Comercio.
Importancia creciente de Madrid como centro de consumo, la atracción que ejercían las ciudades marítimas, desde donde se exportaban productos a las Indias (después de los decretos de libertad de comercio), y por el escaso comercio internacional (aparte de lana y madera no existía demanda de materias primas para la industria y, por tanto, el comercio estaba limitado a productos de subsistencia).
En el interior, el comercio se organizó en torno a los mercados tradicionales y se caracterizaba por una carencia de mercado nacional articulado; lo que había era una serie de mercados locales y regionales, con una agricultura de autoconsumo, en la que los intercambios eran de carácter artesanal mediante trueque.
A pesar de la carencia de la actividad comercial el siglo XVIII la situación era mejor que el siglo anterior. Ejemplo de ello es la importancia que alcanzaron los Cinco Gremios Mayores de Madrid. A principios del siglo XVIII los gremios tenían suficiente capacidad económica para adelantar sumas de dinero a la corona, por lo que obtuvieron la autorización para actuar como banco de particulares, pagando intereses por los depósitos y prestando al rey, también con intereses.  Los gremios más poderosos eran los de Sederos, Joyeros, Merceros, Especieros y Drogueros, y Pañeros y Lenceros.
Se agruparon en 1726 y a partir de 1734 pasaron a denominarse Cinco Gremios Mayores de Madrid. Cada uno por separado formaron compañías comerciales que se fusionaron en 1763 formando la Compañía General de Comercio de los Cinco Gremios Mayores de Madrid
El Real Giro, creado por el marqués de la Ensenada, actuó como banco de depósito y comercio, y los Vales Reales aparecieron ante la necesidad de hacer frente ante los gastos de la guerra. Carlos III mandó emitirlos entre 1780 y 1789. Tenían un interés del 4%, la obligación se extinguía a los 20 años y podían ser utilizados como pago en cualquier transacción. La Tesorería Real estaba obligada a admitirlos como pago, por lo que eran un elemento híbrido entre el papel moneda y los títulos de la deuda. Tropezaron con varios problemas como la falta de liquidez monetaria o economía de mercado, la mala marcha de la guerra y las dificultades del comercio con América.
El resultado fue que se depreciaron, los intereses disminuyeron y, ante la necesidad de mantener la cotización, se ordenó al Banco de San Carlos que convirtiera en metálico los vales reales, pagando intereses y amortizando con capital efectivo. Entre los años 1794-99 hubo nuevas emisiones de vales reales por cantidades cada vez más elevadas, siendo una de las causas que contribuyeron a la subida de precios de la segunda mitad del siglo XVIII.

        1. Decretos de Libre Comercio con América (1778): importancia y limitaciones.
Entre 1765 y 1778, viendo que las reformas eran insuficientes, se promulgaron los decretos de Libre Comercio, que posibilitaron a una serie de puertos peninsulares el tráfico directo con determinadas áreas americanas sin pasar por la ciudad gaditana. Además de agilizar el comercio y vivificar las economías regionales, los citados decretos permitirían mayores recaudaciones para el erario público.
Existió un claro crecimiento interior y exterior en el comercio español del siglo XVII. A ello contribuyó el alza demográfica, el aumento de la producción agraria, la bonanza internacional y las diversas medidas gubernamentales. No obstante, como en otros órdenes de la vida nacional, el crecimiento no derivó en cambios cualitativos esenciales. El consumo privado continuó siendo bajo, la demanda era inelástica y el mercado interior poco articulado.

América pasó finalmente, tras el decreto de neutrales de 1791, a ser un territorio franco para las demás potencias europeas. La balanza comercial no tuvo nunca un saldo positivo para España y tampoco parece que el auge del comercio permitiera un definitivo despegue de la industria nacional.

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