viernes, 9 de marzo de 2018

BLOQUE 10.3 LA GUERRA CIVIL: LA SUBLEVACIÓN MILITAR Y EL ESTALLIDO DE LA GUERRA. LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DEL CONFLICTO.BLOQUE 10.4 FASES MILITARES DE LA GUERRA CIVIL. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA Y ECONÓMICA EN LAS DOS ZONAS. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES DE LA GUERRA. LOS COSTES HUMANOS.

BLOQUE 10.3 LA GUERRA CIVIL: LA SUBLEVACIÓN MILITAR Y EL ESTALLIDO DE LA GUERRA. LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DEL CONFLICTO
BLOQUE 10.4 FASES MILITARES DE LA GUERRA CIVIL. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA Y ECONÓMICA EN LAS DOS ZONAS. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES DE LA GUERRA. LOS COSTES HUMANOS.

PRESENTACIÓN LA GUERRA CIVIL

Un video resumen que os servirá mucho:
 




3.- LA GUERRA CIVIL (1936-1939)
3.1 La defensa de la República: guerra o revolución.
Las palabras pronunciadas en el entierro de Calvo Sotelo –"imitar tu ejemplo, vengar tu muerte, salvar a España"
– parecían la consigna para el alzamiento iniciado en Melilla dos días después, en la noche del 17 al 18 de julio.
El 18 el golpe trató de imponerse en todas las divisiones y unidades militares de la península, triunfando allí
donde los generales y jefes que estaban a favor de la trama movilizaron a toda la fuerza siguiendo la cadena
de mando, y también allí donde, habiéndose manifestado leal a la República el jefe de la unidad, éste fue
desarmado y arrestado por uno o más subordinados, o por otros venidos de fuera; quiere decirse que,
en algunos casos, el triunfo del golpe fue el resultado de un reto de pistolas, de una violencia de despacho.
Mientras tanto, en muchos lugares donde no había guarnición, como escribe H. Thomas, "la Guardia Civil,
la Falange y las personas de derechas actuaban por sí mismas". Pero no en toda España iba a triunfar el golpe,
y desde luego no en la parte política y económicamente más activa. En especial fue significativa su derrota en
Madrid y Barcelona.


El éxito en unos sitios y el fracaso en otros dividió España en dos zonas, convirtiendo el alzamiento en guerra.
Además de en Canarias, Baleares (excepto Menorca), Ceuta, Melilla y el Protectorado de Marruecos, en la
península los insurgentes se afianzaron sólidamente al norte del Sistema Central (en Galicia, Castilla-León,
Álava y Navarra, la mitad occidental de Aragón con sus tres capitales, y Cáceres) por medio del ejército
comandado por el general Mola, y en parte de Andalucía (Cádiz, Jerez, Sevilla, Córdoba y Granada), con
el ejército de África mandado por Franco. La República conservó en principio la zona centro-oriental, con
Madrid, Castilla-La Mancha, Cataluña, Valencia, Murcia, más Badajoz en Extremadura, Málaga, Almería,
parte de Granada y Jaén en Andalucía, Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa en el norte, y Menorca en
Baleares; en definitiva: la casi totalidad de la España industrial o de mayor y más diversificada producción
agraria, más todos los órganos de la administración del Estado, los recursos financieros y, según el general
Salas Larrazábal, la mitad de los medios militares de superficie, tres cuartas partes de los aéreos y
prácticamente la totalidad de los navales. Del lado franquista estaban las regiones agrícolas de secano y,
sobre todo, la ingente ayuda militar aérea y terrestre de italianos y alemanes.


El alzamiento duró cuatro días, del 17 al 20 de julio, al cabo de los cuales, como señala G. Jackson, Franco
y Mola tenían claro que sólo había triunfado en zonas limitadas y que sólo podría extenderse al resto del país
por medio de una guerra de conquista. Desde el principio ambos bandos recabaron con muy desigual resultado
a ayuda extranjera, porque como señala Jackson, ninguno de los dos estaba equipado para llevar a cabo
"ni siquiera una guerra breve". En pocas semanas todas las potencias se habían definido sobre la guerra de
España: Italia y Alemania ayudaron a los insurgentes; Francia, Inglaterra, Estados Unidos y la URSS
–aunque ésta vendería pronto su ayuda a precio de oro y con el coste de la exclusión de una parte de los
republicanos–, pese a su simpatía por la causa de la República, negaron a ésta su apoyo para evitar la
confrontación con Alemania.


3.1.- La defensa de la República: guerra o revolución
Las primeras medidas del gobierno de la República para financiar la guerra fueron recurrir al endeudamiento
(no a través de la emisión de Deuda, sino por medio de los anticipos a cuenta del Tesoro) y poner a salvo el
oro del Banco de España. La primera, al aumentar la circulación fiduciaria, provocó un fuerte incremento de
la inflación. En cuanto al oro, depositado en Francia (en Mont de Marsan, por valor de unos 260 millones)
o enviado a Rusia (510 toneladas equivalentes a unos 1.600 millones de pesetas), como explica A. Viñas.
se trataba no sólo de preservarlo, sino de hacer uso de él "en condiciones de movilización inmediata"; y en
efecto, fue con estos depósitos como la URSS se cobró los suministros de armas a la República. Pero una
cosa es lo que hacía el gobierno y otra lo que sucedía en las calles. En la España republicana se produjo
una revolución en medio de la guerra como respuesta inmediata a la rebelión militar.
En los primeros meses, allí donde el gobierno repartió armas entre los sindicatos y partidos obreros, el poder
real estuvo en manos de éstos, organizados en comités que se apoyaban tanto en el gobierno como en las
milicias populares, y que con frecuencia ejercieron la represión vengativa sobre sectores de población
identificados con la derecha, sobre todo eclesiásticos, en lo que la prensa burguesa llamó "el terror rojo".
Pero esta revolución dentro de la guerra tenía más propósito que el simplemente represivo. Se trataba en
definitiva de defender la República extendiendo y afianzando sus conquistas sociales en todo el territorio
controlado por ésta. Fue una revolución social dirigida al control Obrero de los medios de producción (fábricas
y tierras de labor). El control de las fábricas se hizo por incautación o por su intervención mediante
representantes obreros; dos formas jurídicas que, como han señalado Broué y Témime, realizaban la vieja
aspiración a la conquista de los medios de producción por los trabajadores, y que originaron dos tipos de
empresas diferentes: colectivizadas (o sindicalizadas) y nacionalizadas.
La situación varió por regiones y sectores productivos, según los partidos y sindicatos dominantes, y según
se hiciese sentir más o menos la autoridad del gobierno de la República. En Madrid y Asturias, donde predomina
ba el socialismo del PSOE y la UGT se prodigó la intervención, que alcanzó a casi toda la industria y el comercio
en Asturias, y que en Madrid no pasó del 30% de las empresas, aunque las más importantes, bajo la doble
intervención del gobierno y del movimiento obrero. En Cataluña y Levante, donde prevalecía el anarquismo
de la CNT, las incautaciones llegaron al 70 y 50% de las empresas respectivamente. La industria vasca, en
cambio, escapó a toda clase de control obrero. En la agricultura y la industria ligera o de fácil distribución
predominó la colectivización; en la minería, la industria pesada y las finanzas, donde las dificultades técnicas
o de distribución eran mayores, predominó la intervención.
A su vez en el campo, y siguiendo la consigna "la tierra para el que la trabaja", se extendieron las
colectivizaciones, sobre todo las de los anarquistas en Aragón y parte de Valencia. Era la forma voluntaria,
ejemplar y, a su modo, ética de propagar y consolidar la revolución como condición necesaria para ganar la
guerra antifascista. Los comunistas, en cambio, volcados en el objetivo de ganar la guerra primero y dejar
para después la revolución, coincidieron con los republicanos en la crítica acerba de estas colectivizaciones
-impuestas según ellos por la fuerza o bajo el terror de las milicias ácratas- y trataron de contrarrestarlas
desactivando su potencial revolucionario y reactivando la reforma agraria mediante la modificación del régimen
de tenencia de la tierra, la legalización de las ocupaciones -y la expropiación sin indemnización.
En lo político, la defensa de la República fue indecisa. Nada más producirse la sublevación, Azaña propuso
un gobierno de concentración nacional que fue vetado por PSOE, UGT y CNT; la misma noche del 18 de julio
dimitió Casares Quiroga como presidente del Consejo, encargándose a José Giral, del partido de Azaña, la
formación de un gabinete enteramente republicano. Este gobierno tuvo corta vida y casi nula autoridad. Partidos
obreros y sindicatos lo toleraron porque representaba, junto con Azaña en la jefatura del Estado, la componente
burguesa y menos inquietante de la República ante las democracias. Pero el poder político efectivo, la autoridad de haber derrotado a la rebelión en Madrid, Barcelona y el resto de la España republicana era de los obreros armados y organizados en milicias.
Sin embargo, a primeros de septiembre de 1936, cuando ya era evidente que la insurgencia había degenerado
en una guerra que se auguraba larga y difícil, se hizo preciso un gobierno que recuperase la autoridad y
organizase la defensa ordenada de la República, un gobierno de concentración presidido por Largo Caballero
y que reunió a todas las fuerzas republicanas: socialistas, comunistas, izquierda burguesa, y enseguida,
nacionalistas vascos y anarquistas. Entre ellos los comunistas, más por la ayuda militar soviética que por
su mínima participación en el gobierno, trataron de imponer sus directrices y manejar el poder. No iban a
tardar en producirse tensiones entre Largo Caballero y los comunistas, pues, contra el puntilloso afán del
primero por controlarlo todo, eran éstos los que realmente dirigían el gobierno a través de Julio Álvarez del
Vayo, ministro de Asuntos Exteriores, y Juan Negrín, ministro de Hacienda, que además presionaban a
Largo Caballero para que facilitase la unificación de socialistas y comunistas. Largo no sólo se opuso a esto,
sino que propendió al entendimiento con los anarquistas de CNT-FAI y al respeto a los trotskistas del POUM,
la primera y la última de las bestias negras marcadas por los comunistas dentro del movimiento obrero.
La confrontación entre anarquistas y comunistas desembocó en los sucesos de mayo de 1937, una verdadera
guerra civil dentro de la guerra civil, resuelta a tiros en las calles de Barcelona y que, como señalan Broué y
Témime, iba a suponer la agonía de la revolución, la derrota política para todos los republicanos y la muerte
para algunos dirigentes revolucionarios, como Andreu Nin. Restablecido el orden, los comunistas exigieron a
Largo Caballero la ilegalización y disolución del POUM, a lo que éste se negó, para luego, perdido el apoyo
incluso de su partido, dimitir.
El 17 de mayo, Azaña encargó formar gobierno al doctor Negrín, candidato del ala socialista afín a Prieto, de los
comunistas y de los republicanos de izquierda. Prieto se encargó del ministerio de Guerra, y a la guerra quería
dar prioridad absoluta el nuevo gobierno con la ayuda de la URSS y cortando todo brote revolucionario, para
disciplinar por completo al ejército y ganarse la confianza de la pequeña burguesía comercial e industrial y de
los pequeños propietarios agrícolas. A la postre, empero, el intervencionismo de los comunistas por medio de
sus comisarios políticos adscritos a las unidades militares y dirigido al control del ejército republicano iba a
chocar con Prieto, que, a pesar de su eficacia y de sus relativos éxitos militares, prefirió dimitir a primeros de
abril de 1938. Se había hartado de soportar el control, incluso el ninguneo, de los comunistas, así como –en sus
propias palabras: de la "protección descarada, injusta y peligrosísima" de Negrín al Partido Comunista.

Tras la salida de Prieto, Negrín reajustó el gobierno en el sentido más autoritario y con el apoyo incondicional
de los comunistas; pero quedaba ya poco margen de maniobra a la República. El 15 de abril llegaba el ejército
franquista al Mediterráneo a la altura de Vinaroz, separando Cataluña del resto de la España republicana. El 28
de septiembre, el pacto de Munich al que se avinieron la Inglaterra de Chamberlain y la Francia de Daladier
con Italia y Alemania, permitiendo a ésta ocupar Chequia por tal de conservar la paz, terminó con las esperanzas
diplomáticas de la República, que habría formado parte de los aliados si la guerra hubiera estallado entonces
en Europa. Aun así, en noviembre de 1938 el gobierno de la República decidió disolver las Brigadas
Internacionales en un último intento de ganarse el favor de las potencias de cara a forzar a Franco a la
negociación de la paz. No se consiguió nada. En noviembre de 1938, la derrota del Ebro dejó Cataluña a
merced del ejército de Franco. A primeros de febrero de 1939 Azaña, Negrín, Companys, Aguirre y Martínez
Barrio salían de Barcelona. Para colmo de infortunios, la avería de uno de los dos coches en que viajaban los
obligó a cruzar la frontera a pie, tal como había vaticinado Azaña. Éste, una vez en el exilio, renunció a la
presidencia de la República el 28 de febrero de 1939.


3.2.- Evolución de los frentes: el cerco a la República
Entre finales de julio y primeros de agosto de 1936, el ejército de África fue aerotransportado con ayuda

de la aviación italiana, ocupando Andalucía occidental. El objetivo de los sublevados era caer sobre Madrid
desde el sur con las tropas de Franco y desde el norte con las de Mola. El ejército de Mola tomó Irún y
San Sebastián, cerrando por ahí la frontera con Francia y aislando la cornisa cantábrica; en Aragón se
estabilizó el frente entre los "nacionales" y los anarquistas de Durruti, y en dirección a Madrid, el ejército
del norte hubo de enfrentarse a las milicias republicanas en los pasos de la cordillera central. Por el sur,
Yagüe ocupó en agosto Mérida y Badajoz, masacrándolas luego con dura represión y uniendo por Extremadura
las dos zonas rebeldes. Tajo arriba, se dirigió a Madrid, tomando Talavera el 3 de septiembre; el 27 del mismo
mes, el general Varela entraba en Toledo, liberando el Alcázar en donde resistía el coronel Moscardó desde
el comienzo de la guerra. En Gredos entraron en contacto los ejércitos del norte y del sur y organizaron el
asedio de Madrid, cuya defensa, tras la pérdida de la mayor parte de Andalucía, venía preparando el gobierno
republicano con la ayuda de los tanques rusos. En los últimos días de octubre comenzaron los ataques.
La aviación de Franco bombardeó la ciudad en contra de lo prometido. Se esperaba causar el desaliento de la
población y, con el apoyo de lo que Mola llamó la "quinta columna", obtener una pronta rendición. Varela y
Yagüe, bajo el mando supremo de Mola, retrasaron el gran ataque hasta el 7 de noviembre. El día 6 el gobierno
de Largo Caballero decidió trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de Madrid al general Miaja al
frente de una Junta de Defensa con representación de las fuerzas políticas del Frente Popular. El 8 de
noviembre llegaban las primeras unidades de las Brigadas Internacionales. Éstas junto con el Quinto
Regimiento, formado por los comunistas, detuvieron el avance.
En febrero de 1937 y con la participación activa de las fuerzas italianas de Roatta se tomó Málaga, defendida
por el coronel Villalba; tras de lo cual se desencadenó una crudelísima represión, mientras que miles de
fugitivos cañoneados desde el mar trataban de huir por la carretera de la costa en dirección a Almería.
Al mismo tiempo que la operación de Málaga, se desarrolló la ofensiva franquista en el sudeste de Madrid
conocida como batalla del Jarama. Iniciada el 6 de febrero al objeto de cortar las comunicaciones entre Madrid
y Valencia, terminó fijando el frente sin conseguir su propósito. Entonces, para cerrar el cerco sobre la capital,
los italianos atacaron por el este con una poderosa fuerza mecanizada que fue destruida por los republicanos
en la batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Madrid se demostraba una vez más inexpugnable, por lo que
Franco dio preferencia a otros frentes.


2ª Fue entonces cuando se desarrolló la campaña del Norte, con los bombardeos de Durango y Guernica
en marzo, la toma de Bilbao en junio, la de Santander en agosto y la de Gijón en octubre, con lo que toda la
Cornisa Cantábrica quedaba incorporada a la España nacionalista.


En Madrid y julio de ese mismo año de 1937, para aminorar la presión sobre la capital el general Miaja dirigió
una gran operación con el objeto de envolver en Brunete al ejército franquista en un rápido avance hacia el
norte y el oeste, buscando la espalda del enemigo; pero tras el éxito inicial, producto de la sorpresa, los
republicanos fueron repelidos, llegándose a otra situación de equilibrio semejante a la que siguió a la batalla
del Jarama, aunque con tantas pérdidas republicanas que puede considerarse como una derrota.


3ªEn agosto, una nueva ofensiva republicana en el frente de Aragón, a las órdenes del general Pozas y con la
doble finalidad de distraer a los nacionalistas de su avance por el norte y reconquistar Zaragoza, también resultó
un fracaso en cuanto a resultados prácticos: en la batalla de Belchite (agosto-septiembre de 1937) el
renovado ejército de la República fue rechazado sin ganar Zaragoza ni salvar el norte.


1938 fue el año decisivo, endureciéndose la guerra de desgaste en el frente del Este en torno a dos puntos:
Teruel y la batalla del Ebro. La primera fue atacada y conquistada por los republicanos al mando de Hernández
Sarabia con el propósito de detener la operación franquista de avance hasta el Mediterráneo. Franco, por su
parte, buscando achicar la crecida moral de victoria republicana, se empeñó en reconquistarla trabajosamente
(enero-febrero de 1938) antes de que, en abril, sus generales Alonso Vega y Martín Alonso alcanzasen el
Mediterráneo a la altura de Vinaroz y Benicarló, cortando en dos el territorio de la República. En marzo, una
nueva ofensiva del franquista Dávila en Aragón rompió este frente por varios puntos, permitiendo avanzar hacia
el Este a las tropas al norte del Ebro hasta rebasar la línea del Segre. Aragón había caído; sólo quedaba
Cataluña, aislada del resto de la República.


Para detener la penetración de los nacionalistas en el Maestrazgo y volver a conectar Cataluña con la zona
centro, el mando republicano afrontó su definitiva y más sangrienta batalla, escogiendo la curva del río Ebro
entre Fayón y Benifallet, zona defendida por tan sólo una división nacionalista y contra la que se lanzaron en
la noche del 24 al 25 de julio unos cien mil hombres comandados por el coronel Modesto –bajo la dirección
permanente del general Rojo- y encuadrados en el V cuerpo de ejército de Líster, el XV de Tagüeña y el XVIII
de Vega, que quedaba de reserva. El paso del Ebro fue un éxito; pero con la frontera francesa cerrada, con
escaso material y sin suministros, los republicanos no pudieron pasar de la línea de Gandesa, donde se
desarrolló durante tres meses la tremenda batalla del Ebro, que terminaría el 18 de noviembre con la derrota de
los republicanos (casi 70.000 bajas) y el repaso del río. Cataluña iba a caer rápidamente en poder de Franco.


En el centro, Negrín, tras haber intentado a primeros de febrero una paz sin represalias que Franco no concedió,
se lo jugó todo en la defensa a ultranza (26 de febrero) con el solo apoyo de los comunistas y contra la opinión
de los militares de carrera leales a la República (los generales Matallana, Escobar y Menéndez y el coronel
Casado), esperando el comienzo inminente de la guerra mundial y-el consiguiente alineamiento de la República
con los aliados. Todo fue inútil. El 5 de marzo, en un golpe de Estado contra Negrín y los comunistas, se hizo
cargo del poder la Junta de Defensa organizada en Madrid por el coronel Casado para poner fin a la guerra, y
de la que formaban parte prácticamente todos los elementos no comunistas del Frente Popular, y singularmente
Julián Besteiro como ministro de Estado. Negrín no reaccionó inmediatamente al golpe. Las tropas del
anarquista Cipriano Mera en Madrid y las del general Escobar en Ciudad Real reprimieron violentamente la
sublevación de las fuerzas comunistas contra Casado. El 28 de marzo se rindió la capital. El 1 de abril, Franco
firmaba el último parte de guerra.


3.3. La España franquista
En lo económico, el gobierno franquista de la Junta de Burgos tuvo que hacer frente a dos problemas:
la financiación de la guerra y una ordenación monetaria propia. El estampillado de papel moneda y las
posteriores acuñaciones independizaron la peseta "nacional" de la republicana, desconectando las dos zonas
y bloqueándose las cuentas bancarias posteriores al comienzo de la guerra. En cuanto a la financiación se
recurrió a los ingresos fiscales (que al ser deficitarios obligaron, según Fuentes Quintana, a tomar medidas
inflacionistas), a las incautaciones y requisas, a las distintas formas de suscripciones y créditos comerciales,
y sobre todo, a la ingente ayuda de Italia y Alemania, ésta principalmente a cambio de su participación
mayoritaria en la explotación minera, en especial del wolframio.


En lo social, la guerra del bando franquista fue de claro propósito reaccionario. Conforme se ocupaban
territorios se derogaba la legislación laica de la República, imponiéndose en los más variados aspectos de la
vida pública y privada los principios de la moral católica, lo que la Iglesia agradeció a su vez consagrando el
levantamiento como cruzada nacional (contra la masonería y el comunismo ateo, al modo de las cruzadas
medievales contra los infieles). Asimismo se "decretó" el fin de la lucha de clases, quedando encuadrados
los trabajadores y los patronos en un solo sindicato, llamado por eso vertical. Y sobre todo se procedió a la
sistemática eliminación –endurecida si cabe tras el fin de la guerra- de los elementos sospechosos de
republicanismo, obrerismo o simple desafección al régimen de Franco.


En el campo se suspendió la reforma agraria (decreto de 28 de agosto de 1936) y se devolvió las fincas a sus
antiguos propietarios, anulando la ejecución de la ley de 24 de agosto de 1932 por la que se habían confiscado
las tierras de los implicados en "la sanjurjada". Para encargarse de la concentración parcelaria y facilitar el
acceso a la propiedad de la tierra y toda clase de medidas en relación con la agricultura se creó en 1938 el
Servicio Nacional de Reforma Económica y Social de la Tierra, cuya real tarea sin embargo, como ha escrito
Tamames, consistió en devolver las fincas ocupadas durante la guerra a sus antiguos propietarios.
Finalmente, en octubre de 1939 se creó el Instituto Nacional de Colonización, que sustituyó al Servicio Nacional
y sirvió para organizar los planes de colonización agraria que pretendían ser, junto con la extensión del regadío,
la base de la política agraria de la nueva dictadura.


Políticamente la dictadura franquista se estableció en tres fases. Primero, por decreto de 24 de julio de 1936
se creó una Junta de Defensa Nacional presidida por el general Cabanellas, que asumía "todos los poderes
del Estado y representa legítimamente al país ante las potencias extranjeras". En la segunda fase, por decreto
de 29 de septiembre de 1936, se concentró el mando político y militar de la guerra en Franco, que fue nombrado
Jefe del Gobierno del Estado español y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, creándose por ley
de 1 de octubre de ese año una Junta Técnica del Estado "para el desenvolvimiento de las diversas actividades
del país". En la tercera, a partir de la ley de 30 de enero de 1938, se constituyó ya un gobierno propiamente
dicho, en sustitución de la Junta Técnica de Estado y con sede en Burgos. Empero, entre la segunda y la
tercera fase de esta concienzuda acumulación de poder por Franco, fue de vital importancia para la
perpetuación de su dictadura el Decreto de unificación de milicias de 19 de abril de 1937, por el cual,
so capa de unificación de los grupos políticos implicados en el alzamiento –CEDA, monárquicos, carlistas,
Falange y Ejército-, lo que se hacía en realidad era desactivarlos ideológicamente, limitando las muchas
probabilidades de disensión entre ellos y disolviendo toda posibilidad de disidencia en el llamado Movimiento
Nacional, bajo las siglas FET de las JONS, un partido a la medida de Franco, su jefe supremo.


4.- CONCLUSIONES
1. La República llegó en medio de la gran depresión del capitalismo posterior al crac de 1929, que agravó
los problemas económicos y las contradicciones del nuevo régimen.
A pesar de todo las alternativas políticas se sucedieron legal y democráticamente, por medio de las urnas,
aunque cortejadas de una violencia cada vez mayor, desde el izquierdismo moderado del primer bienio,
contra el que ya hubo la intentona golpista de Sanjurjo (10 de agosto de 1932), al viraje derechista del segundo
bienio, endurecido al extremo con la entrada de la CEDA en el gobierno, y ennegrecido –"bienio negro" ha sido
llamado por la historiografía más apasionada- por la revolución de octubre de 1934 y la cruel represión que le
siguió.
El triunfo electoral de las izquierdas unidas en el Frente Popular en febrero de 1936 aceleró los trámites de la
insurrección militar.
2. La lucha de clases pareja al proceso de transformación de la estructura económica fue el telón de fondo ante
el que tuvo que desenvolverse la política de la República; las agitaciones campesinas y las convulsiones
urbanas fueron frecuentes; sindicatos y partidos obreros querían cambiar radicalmente el país, tendiendo al
extremismo revolucionario; enfrente, los poderes fácticos –el gran capital agrario y financiero, la Iglesia y el
sector africanista del ejército- encarnaron el conservadurismo más reaccionario identificando malévolamente
República democrática y revolución; en medio, la gran mayoría moderada de la sociedad española, desde la
izquierda burguesa a la derecha republicana, acabó desgarrada por las tensiones extremas que la forzaron a
alinearse en los dos bandos de la guerra civil.
3. La evolución de las dos zonas enfrentadas en la guerra fue diferente. En la zona republicana se dio al
principio una dualidad de poderes (gobierno y organizaciones obreras); se pasó luego al gobierno de
concentración de Largo Caballero, que si bien ganó autoridad no llegó a controlar totalmente el poder, y se
desembocó en el gobierno autoritario de Negrín con el apoyo de los comunistas.
En la zona franquista, en cambio, Franco ejerció casi desde el primer día la jefatura única militar y política.
En otras palabras, mientras que en la zona republicana hubo que afrontar los problemas derivados de
compaginar la revolución con la guerra, en la zona franquista el primer objetivo fue destruir al enemigo.
A ambas situaciones hay que añadir la dimensión internacional del conflicto, que convirtió a España en campo
de pruebas de las armas y las ideologías enfrentadas en la IIª Guerra Mundial, con mayor interés por parte de
los que iban a iniciar ésta. Y sobre todo fue una guerra civil, una lucha entre hermanos –a veces en sentido
estricto-que, como dijo Azaña, enseña: ".., la lección de los que murieron valientemente en la batalla, luchando
generosamente por un gran ideal y que ahora, protegidos por su suelo materno, ya no sienten odio ni rencor,
y nos envían con el centelleo de su luz tranquila y lejana como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna
que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón".


BIBLIOGRAFÍA
Edward MALEFAKIS. La guerra civil española
Ramón TAMAMES. La República. La era de Franco. 1973
Tuñón de Lara. La II República. Hª de España. Hª 16. 86


JACKSON. La República española y la guerra civil.77